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lunes, 16 de noviembre de 2015

Canciones para hacer el amor (o aquel mágico e increíble viernes inolvidable)


-Es increíble, ¿no?
-¿Qué cosa? -Me dijo ella volteando a verme y dejando de mirar las luces de la iglesia que estaba -justo- al final de la calle-.
-¿Eso es un cumplido?
-No lo sé. Creo que trataba de serlo.
-No. Digo. -Ella titubió por un segundo y dijo: -Si lo fue. -quizá el mejor que le hayan hecho dijo mucho rato después.
-Bien. -Creo que mi capacidad de hablar me falla en encuentros trascendentales de vida, pero como ya lo he escrito alguna vez por ahí: "Al menos así tengo la certeza de que los besos que llegaron a mi vida fueron los que tenían que llegar, y más que haber sido reales, estaban llenos y cargados de toneladas de sentimientos".
Yo sonrio
-¿Qué? -Pregunta ella.
-Nada. Es sólo que. ¿Sí revisas mi Facebook verdad?
Ella rie y el mundo para
-Sólo de vez en cuando.



Antes que todo y primero que nada. Esta entrada la tenía casi lista desde hace ya algunas semanas, pero como me puse a escribir otras y la verdad creo que le di bastante tiempo de borrador a esta (quizá uno de los borradores más largos -de tiempo- que he tenido en el blog) porque quería tomarme todo el tiempo que fuera necesario para escribir sobre esto porque además de que quería digerir todo lo sucedido aquella noche tan corta como irreal (aunque esta haya sido real -y creo que los sentimientos encontrados en mi se derivan al hecho de que la verdad a mi me hubiera gustado que todo aquello no hubiera pasado, me hubiera gustado haberlo encontrado en algún escrito, algún significativo libro, pero no; me ocurrió a mí que no soy nadie-) la verdad no quería omitir pero tampoco poner nada demás, y con esto me refiero a no haber idealizado nada o haber creado en mi mente algo diferente a lo que en realidad pasó. (como algunas veces mi loca y amada imaginación puede llegar a hacerme esta clase de bromas como acá lo narro -dejaré la parte con letras rojas para que no batallen en encontrarlo-) Además de que tenía que consultar esta entrada y pedirle permiso a la protagonista que completo conmigo el reparto de aquella noche; y aunque al principio no le gustó mucho la idea de aparecer en mi blog, al final me ayudó con eso y accedió con la condición de que su persona no tuviera nombre sólo por esta vez, aunque la verdad si he de ser honesto con ustedes, ella tiene infinidad de nombres que alguna vez han aparecido en algunos de mis escritos.




Prefacio.

La ciudad de Durango de día jamás será lo mismo que la ciudad de Durango de noche. Es como si las personas guardaran una mascara todo el día para ponerse en la noche, cuando salen los que salen. Jamás son los mismos. Y creo que lo peor es que nunca son ellos. Las mujeres siguen siendo guapas pero dejan de ser bellas, dejan olvidada mientras se ponen el maquillaje esa luz que sale espontanea de sus ojos y que es la que les permite ser hermosas, esa luz que las hace ser las mujeres más bellas del mundo, muy pocas como la que hoy me acompaña y camina a mi lado hacen un parentesis y son la excepción a esta regla, y por mujeres como ella yo aún respiro y regreso a esta ciudad para ver las luces de sus ojos y de la ciudad. Jamás se vuelve a ver esa inocencia, ese brillo en la mayoría de las mujeres nocturnas, la oscuridad se apodera de las personas y las lleva a lugares que los vuelve a transformar, un adicto en Ibiza, un poeta en Viena, un catedrático en Lyon, una prostituta en Praga. Los lugares te vuelven a poner más mascaras, todo es superficial, pero ¿quién dijo que todas las mascaras son malas?

Mientras algunas personas te pueden asquear a altas horas de la noche, incluso las que creías querer a tu lado; la ciudad te vuelve a enamorar y no te deja que vuelvas a ser el mismo, porque ella se convierte en tu más ferviente pasión, así como a ti te transforma, -ella- también se transforma, como tú.


11/09/15

Siempre hay una noche -esta noche- que aunque yo lo niegue todo el tiempo, me hace saber una vez más que yo jamás me podré morir sin antes volver a esta ciudad que tanto me da.

El olor a elote cociéndose, el color de las frituras, blanco, amarillo, naranja; la gente que no deja de sonreír, los niños aún jugando de noche a pesar de todo, esa mágica edad eterna mientras se es niño, las luces que dejan de dar eso que son, luz; la música que no deja de sonar en los cafés que tanto he amado, amo y empiezo a amar a raíz de esta visita fugaz por la ciudad de mis recuerdos, la ciudad fantasma, mientras deambulo como un fantasma. La ciudad jamás me deja irme, me llama en la distancia, su recuerdo evoca recuerdo y letras al mismo tiempo, y yo no puedo dejar de escuchar esa melodía que ella tararea mientras baila y yo la miro sin que mis ojos piensen en otra cosa que no sea ella, la mente no piensa en lo que la mente piensa cuando no hay nada que brille en la tierra, pero esta noche en especial la ciudad brilla más que nunca, las viejas farolas brillan mas que las nuevas y nos permiten ver a los dos los recuerdos que vivimos cruzar la calle, nos alumbran con su precaria y romántica media luz mientras la nueva trata de cegarnos y hacernos recordar que nuestro tiempo soñado a acabado y se ha quedado en el pasado, pero ella está aquí y yo soy feliz, y siento que vuelvo a ver y vuelvo a vivir, ella está aquí y brilla más que todo, brillo yo y mis ojos no dejan de mirar y regalar luz, sus ojos me iluminan mientras ella brilla y yo siento que puedo morir, pero a mismo tiempo siento que vivo una vez más, como nunca me he atrevido a brillar, a vivir, y a mirar. Sin duda esta noche, este viaje y esta mujer se han convertido en la experiencia más poderosa de mi vida.

Amé y he amado a muchas, pero nadie me amo a mí como ella y -ella- baila mientras la ciudad nos deja ser aquellos jóvenes de 18 años. La ciudad no deja de brillar y enamorarnos y recordar y ser ella.




-¿Y este es el mejor lugar del mundo?
-En este preciso momento. No sé, déjame pensarlo, Si, creo que lo es.
-Sabes, creo que ahora somos más compatibles y tenemos más cosas en común a cuando éramos más jóvenes y pubertos.
-Pienso lo mismo.




La velada -y la historia- había comenzado con muchos, pero terminó sólo con dos y una canción, quizá fueron dos pero una nos recordó que lo intangible, así como el amor incompleto, es lo mejor que nos puede pasar, lo que en verdad dura una eternidad y nos hace sufrir, pero a la vez vivir.

Septiembre, las lluvias, diciembre, el frío, semana santa, los vientos y los arroyos nos hacen recordar a personas que nos amaron y a otras que nos hicieron vivir; siempre he preferido a las que nos hicieron vivir aunque no nos hayan amado como nosotros a ellas.

No creo que sea digno de nombrar a las personas del primer plano, ellas se fueron, todos tuvieron que haberse ido pero la iniciativa de aquella mujer a la que moría por seguir viendo me propuso lo que quizá yo no hubiera propuesto; la propuesta sólo se extendía a una caminata un poco más larga, mirar una que otra tienda de arte, quizá sentarnos en alguna banca para presenciar -principalmente- su sonrisa -y en segundo término- y a la gente pasar, esa clase de gente que no siempre quieres ver pasar por tu vida, pero con ella a mi lado sencillamente nada opacaba mi felicidad.

La plática en momentos era trivial y muy formal, de a ratos mis irónicos y sarcásticos comentarios hacían sacar toda formalidad y ella era una gran compinche en eso, esto me sorprendió pues había olvidado lo divertida que ella podía llegar a ser, me sorprendió que aun lo siguiera siendo y me sorprendió que yo lo haya olvidado, supongo que hay cosas que solemos olvidar de las personas, así hayan sido personas a las que amamos en algún tiempo demasiado. El tiempo de la propuesta parecía que estaba por llegar a su fin, pues habíamos llegado al punto donde habíamos acordado la despedida, pero frente a nosotros había un puente y fiel a mi doctrina cinéfila y como lo dicen las sagradas escrituras del profeta Woody Allen había que aprovechar la ocasión, esta vez mi propuesta fue subir el puente, sin saber hasta donde nos conduciría el otro extremo, ella, titubeó; no sé si porque en realidad se tenía que ir, o por miedo a algo que no mencionaré pero que es evidente cuando estás con una persona que escribe.

Al final accedió.

Subimos y la vista era increíble, ya ahí empezó a desvanecerse un poco los protocolos oficiales y las pláticas sobre nuestros presentes "satisfactorios" para ser un poco más honestos con nuestros secretos y nuestros sueños, la confidencialidad de años atrás empezaba a asomarse. No fueron muchos minutos, ella fue interrumpida por una pregunta mía y me pidió si podíamos regresar a la plaza mayor (los que sean de esta ciudad y estén leyendo esto sabrán con exactitud a cual me refiero) caminamos de regreso, esta vez no hablábamos mucho, disfrutábamos del silencio, del espacio entre nosotros, entre nuestras miradas, disfrutábamos de la noche más que de las luces, pedíamos -al menos yo- con toda la intensidad de nuestras fuerzas y nuestros sentimientos que hubiera mas sombras con menos luz, pero la ciudad nos ayudaba en la medida que nosotros quisiéramos ayudarnos.

Llegamos a la plaza y ella compró un elote, yo compré unas frituras, no tenía apetito para más, nos sentamos en una banca y ella empezó a hablar ya no del presente, ni del futuro, sino del pasado, en ese donde estábamos juntos, quizá mas tiempo que el que estuvimos durante aquellas horas, pero no tan juntos. Ya estando sentados y cobijados con la frasada que sólo la confianza puede dar ella me pidió mi celular, yo le pregunté que para qué lo quería; ella me contestó que quería escuchar lo que estaba escuchando cuando llegó al café, fuimos los primeros en llegar a la reunión, creo que inconscientemente éramos los que más deseábamos aquél encuentro, yo le dije que era música vieja y que quizá no le gustaría, ella me dijo que sólo quería saber porque me veía tan feliz al escuchar aquello. La canción en la que se había parado el reproductor y la que hacía que estuviera tan "feliz" como ella decía y tan "nervioso" como en realidad estaba, era "Parlez-moi d´amour" o como a mi me gusta llamarla "Canción para hacer el amor", ella me pidió mis audífonos, empezó a escucharla y me puso un audífono a mi, la canción terminó y empezó a sonar "I love Penny Sue" -canción que desde aquella noche fácilmente podría llamarse de otra manera- al terminar esta canción me entregó el teléfono y me dijo que tal vez lo mejor sería que nos fuéramos, yo no objeté porque con aquella mirada, aquella forma en que sus ojos me veían y su voz me hablaba yo había quedado más satisfecho que si hubiera hecho el amor, supongo que de alguna manera aquella noche nosotros experimentamos una forma de hacer el amor que pocos valoran pero que es tan profunda y necesaria, incluso algunas veces tan común que estas formas de amor lleguen a pasar que les restamos importancia, la cotidianidad les quita mucho, pero yo y mi maldita memorabília y hacer que todo brille con más luz aunque haya sido pura oscuridad, me hacen valorar estos momentos. Semanas después de que aquel viaje terminó y ya no nos despedimos más de la forma que aquella noche nos permitió, yo le dije que aquella noche yo había sentido que ella me había hecho el amor de esa manera tan especial, ella me dijo que había sentido lo mismo cuando íbamos a tomar el taxi y ella se contoneaba mientras tarareaba "mi canción" y yo la veía, fue entonces, cuando ella me dijo eso que yo decidí escribir esto, saber que es un recuerdo pero que puedo expresarlo en algo más que mis sueños y esa mujer, el resultado, bien hecho o mal hecho; esta vez no me importa, fui feliz, al carajo todo lo demás.





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