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lunes, 30 de mayo de 2016

La chica del muelle 9na parte


Recuerdo que estaba pensando en ella todo el tiempo, pensaba en ella y me odiaba por hacerlo; porque no había regresado, que la había demorado, quizá simplemente me negaba a la idea que ella en realidad no quería regresar más a aquel lugar, ahora ella tenía otras gentes, mucho dinero, era millonaria, aunque Rafael no la hubiera hecho su heredera universal porque seguro tenía hijos de su primer matrimonio, además de que no era el dueño de la firma de abogados que había fundado el mismo, seguro si la había dejado bien protegida, quizá en esa protección Sofía creía que ya no lo necesitaba más, ¿Quién iba a necesitar a una persona como yo? Un simple empleado de oficina que no sabe divertirse más que tomar estúpidas fotos y escribir sobre estupideces, sexo es lo que todo hombre necesita para dejar de lado las estupideces intelectuales y afinidades para distinguir el buen arte. Entonces, recuerdo; lo recuerdo y en verdad lo vuelvo a disfrutar. Estaba en la central de camiones poco después de haber desembarcado el barco, no quería saber ya nada del mar, te lo juro; el taxi no hizo más de veinte minutos, agradecí a dios que no fuera uno de esos taxistas que te avasallan con sus preguntas estúpidas, quizá estaba tan molesto y enfadado de la vida como yo. Así que me dejó, bajó mis cosas, incluso le di una buena propina y ni así sonrió, el tipo al final me cayó bien, quizá lo habría podido ayudar si le hubiera preguntado algo durante el trayecto, pero ya era demasiad tarde para eso. En fin llegué y compré mi boleto para el viaje más cercano, media hora tenía que esperar más los diez minutos que siempre demoran los choferes en comer algo y cambiarse la camisa blanca con corbata incluida por si no saben hacérsela. Fue entonces que llegué a la sala de espera, porque en esa central de autobuses tenían sala de espera separada de la sala de salida, quizá eso también contribuyó a que aquello pasara, ¿Cuantas experiencias tan placenteras podrían tener todos los hombres del mundo si todas las centrales de autobuses del mundo fueran como aquella, seguro habrá algunas más, pero; bueno me desvío del tema, la cosa es que llegué y al entrar uno no puede pasar e ignorar cosas como lo era aquella chica, podría decir que era de mi edad, incluso parecía menos que yo, pero sin duda aquella mujer no podía ser tan joven, su experiencia lo delataba, yo ya había escuchado cosas sobre las mujeres de ese lugar, sobre lo guapas que eran, pero más que eso, había escuchado sobre lo mucho que les gustaba tener sexo, sobre lo provocativas que podían llegar a ser, ella se llamaba, Cristina; lo recuerdo porque la camisa color melón que minutos después yo desabotonaría lo decía, ni siquiera se lo pregunté, ella tampoco preguntó el mio, ella sólo se llevó de mí un recuerdo, quizá uno más de los muchos que había tenido en aquel baño. Entré a la sala y al verla la saludé, la saludé como uno saluda a cualquier persona, pero era peculiar aquel saludo porque era la primera vez que habría la boca y que no fuera una obligación desde que salí del pueblo, claro ya la había abierto cuando pedí de cenar la noche anterior en el barco, o cuando tomé el taxi para ir a la central; pero ahora lo hacía porque así lo quería, porque quizá el deseo hablaba, pero ni mi deseo ni mi loca imaginación, aunque si excitada y creando fantasías en mi, no se imaginaban lo que estaba por suceder.

llegué y dejé mis cosas en un conjunto de tres bancas que estaba a espaldas de la pared que permitía ver el pabellón donde llegaban los autobuses, estaba en un segundo piso, eso daba un poco más de privacidad y silencio, más del que debería de haber en esta clase de lugar, el silencio trae a la mente deseos no convenientes a esta hora del día, yo lo sabía; pero quizá aquella chica no; la miraba de frente, escuchaba música y contaba las "chucherías" que estaban a su cargo, además de dar información a los que esperaban su autobús y que constantemente preguntan si a llegado o no, se encargaban de vender comida chatarra para amortiguar el hambre, además de agua y papel higienico, lo cual provocó nuestro contacto. Leía un libro, no recuerdo cual porque no recuerdo mucho de aquel viaje salvo por ese suceso, es como si aquella mujer se hubiera llevado todos los pensamientos malos que había tenido de aquel viaje, y los hubiera llenado con su sabor y su nombre, Cristina. Veía que contaba su dinero, entonces creí que quizá su hora de salida estaba próxima, aunque como ya lo dije yo no pensaba que pasaría nada si quería al menos cruzar unas palabras con aquella chica, sus ojos brillaban, habían cruzado más de una vez con los míos, lo cual me decía que posiblemente me estaba coqueteando, no es que me sienta todo un Brad Pitt al decir esto, pero quizá no tenía mucho de donde escoger, quizá ella necesitaba distracción para no aburrirse en aquel lugar tan silencioso y aburrido, los únicos que estábamos ahí era yo y un par de individuos más, un señor moreno, más por la exposición del sol que por sus genes por lo que indicaban las mangas de si camisa en ese momento arremangadas, de unos cincuenta años, y un muchacho igual de moreno y el cual cualquier persona asumiría que era su hijo por el parecido casi idéntico que ambos tenían. Así que después de pensarlo un poco, me paré, dejé mi libro con la hoja marcada donde me había quedado leyendo y me acerqué a la muchacha, le dije que deseaba entrar al baño, ella me dijo que estaban abiertos, yo le pedí un pedazo de papel y mientras lo buscaba se dio cuenta que se había terminado y que tendría que ir por uno a la bodega, yo le dije que no habría problema y que la esperaría; para eso ya había otra chica en el lugar, esta si era más joven sin duda alguna, jugué un poco con mis pensamientos y en lo que podría pasar si yo me iba y ella me llevaba el papel hasta el baño, sabiendo que eso era algo imposible de que pasara aun así lo hice, le pedí a la otra chica que si podía vigilar mi equipaje mientras estaba en el baño, me dijo que si no esperaría por el papel, y yo le dije: "Dile a la muchacha que si me lo puede llevar". Ella me vio con extrañeza pero no comentó más.
Los baños estaban prácticamente en la misma sala, más sin embargo la música tan baja que escuchaba la muchacha no se en el interior, lo cual supongo que lo que pasaba en el interior tampoco se escuchaba afuera, había tres compartimientos con sus respectivas letrinas, mismo número de mingitorios al igual que los mismos lavamanos y espejos pequeños. Elegí la última, seguía haciendo casa a esa fantasía mía que sabía imposible, la chica no legaría con el papel, eso era seguro, aunque hubiera poca gente no iba a entrar al bao de hombres, con más razón no lo haría, que tal si yo era un sátiro que deseaba violarla, además estaba por salir, seguro al ver que no estaba y lo que le había dicho a la muchacha había dejado el papel, había entregado la caja a la otra chica y se había marchado, esa muchacha de grandes, ojos, brillantes, de estatura baja, pelo negro, negro como sus ojos, labios carnosos, como los de Scarlett Johansson, quizá eso fue lo que más me excitó de ella en un principio, y entonces; mientras precisamente pensaba en Scarlett Johansson pero sin jugar con mi miembro, se escuchó la puerta abrir, no sé si fue que escuché de más, pero me pareció que la cerraban con llave, estaba paranoico, nervioso sobre todo de que se hubiera realizado mi fantasía, todo se reveló cuando una sensual voz dijo:
"No me vas a invitar a pasar"
Me subí el pantalón pero no me lo abroché, ella pasó y me entregó el papel, yo lo aventé al bote de la basura y se avasalló sobre mi, empezó a besarme de una forma salvaje, no desesperada, pero si con mucha pasión, fue el único beso que nos dimos, lo demás fue meramente pasión, ella se bajó el pantalón, negro; de vestir, le quedaba a la medida, dejaba notar sus glúteos como si no trajera nada, lo digo con toda certeza porque al verla desnuda pude notar la misma silueta, no era tan grande, pero sin duda era mayor que yo, quizá por meses, yo me bajé en pantalón y ella no se hizo esperar, no pidió que fuera dulce, no que no la mordiera, ni nada de esas cosas que una mujer te pide cuando la conoces en un antro y te lleva a su apartamento, ella no pedía nada de eso, yo no me limité. gemía y gritaba sin tapujos, a grito abierto, no sonaba desesperada, se notaba que en aquella chica esa era una expresión de lo más normal, a mi no me molestaba, estaba tan excitado prendido de sus senos que no hacía otra cosa que gemir con ella. Ella rebotaba sobre mí, yo miraba como mi miembro entraba y salía de ella, ella gritaba e imploraba a su dios por más y más, pero yo no podía hacer más, mis piernas dormidas y ellas saltando a un ritmo más intenso que el de mi pelvis empujando, optamos por esperar el momento que estaba por acabar llegara en silencio, nos mirábamos y sonreíamos, como dos niños traviesos haciendo de las suyas abajo de la mesa mientras sus padres y tíos comen, yo acabé y ella me dijo que me viniera dentro de ella, lo hice y la verdad fue placentero, se abrazó a mi y me dijo que besara sus pechos, lo hice y ella se vistió y salió, yo esperé sólo algunos segundos más para recuperar el aliento y salí, fui al lavamanos y miré mi rostro en el pequeño espejo, había dejado algo de labial en mi boca, del primer y único beso, ninguno de los dos buscaba algo especial, eso era seguro, mucho menos amor; buscábamos dejar de sentir algo con un poco de pasión, con ella funcionó, y creo que conmigo también.

Para cuando salí ella ya no estaba, la chica que ahora estaba en el mostrador me pidió que me acercara, me acerqué y me dijo que la chica que se había ido le había dicho que esperaba el camión 355 y que acababa de llegar, yo le agradecí y fui por mis cosas y partí. Creo que aún tengo en libro con la misma página marcada, nunca terminé de leerlo.

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